miércoles, 4 de febrero de 2009

Cine digital: el debate

El cine digital propiamente dicho implica tanto el uso de cámaras digitales en lugar de celuloide como el de proyectores y formatos digitales a la hora de la distribución y de la exhibición. El salto es enorme, estamos viviendo una etapa de transición entre el 35mm y los pixeles, y no faltan tanto los puristas como los entusiastas.

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Tenemos por un lado el hecho de que la digitalización implica en cierta manera la democratización del medio. El uso de formatos digitales elimina una cuantiosa parte de los gastos asociados con el uso del film y su revelado. Ejemplo extremo es Dogma 95, movimiento de la segunda mitad de los 90 encabezado por Lars von Trier y que produjo películas dignas de galardones en festivales como el de Cannes realizadas con presupuestos extremadamente bajos gracias al uso de cámaras digitales, entre otras cosas. La edición o montaje y la manipulación de las imágenes (como agregar efectos especiales o editar una película en tu lap) es también más sencilla y flexible con imágenes digitales. Además, las cámaras digitales son más sensibles en situaciones de poca luz, y en general su uso permite prescindir de sistemas de iluminación aparatosos como los necesarios para grabar en película química.

Las películas digitales son prácticamente eternas contra el film que se deteriora en un par de décadas. Los proyectores digitales y la distribución de información electrónica también tienen el potencial de revolucionar el sistema de distribución actual, que es complicado, tardado y oneroso e implica una barrera de entrada importante en la producción cinematográfica.

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Tenemos por el otro lado la calidad de la experiencia. Actualmente las cámaras digitales no se equipararse en calidad de imagen a las análogas (si bien la tecnología avanza trepidante) y hay incluso quienes alegan que la experiencia simplemente no es la misma. Sin embargo, cada vez más salas están siendo equipadas con proyectores digitales y cada vez más películas son rodadas con cámaras digitales. El cambio en la industria se antoja inexorable, si bien tardará algunas décadas en terminar de suceder.

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